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La vida empieza a los cincuenta

Gabriela Herrera y Cairo

La vida empieza a los cincuenta, son las palabras que están impresas en la playera que porta Javier Valdez, quien esta inerte dentro de un ataúd en un sueño eterno; esa misma playera que presumía gustoso el pasado 15 de abril con motivo de su cumpleaños.

“Muchas gracias a todos por sus palabras, el cariño en botellas de mar, la dosis intravenosa de amor y amistad y nostalgia. Gracias por el fuego y por la luz, por estar conmigo en mi 50 aniversario” escribió el bato, como le decían, en su página de Facebook, sin imaginarse que un mes después a una sola voz miles de periodistas y las rastreadoras exigirían para él, lo que siempre buscó para los demás…justicia

Mientas Javier reposaba dentro de su ataúd, cientos de periodistas locales y nacionales rodeaban el lugar, donde a medio día de ayer fue asesinado, justo frente a su casa editora, el Semanario Rio Doce, en donde El Malayerba escribió lo que vio y escuchó durante varios años, como una forma de levantar la voz.

Luego de unos aplausos para Javier Valdez, se recordaron sus palabas como si aún estuviera allí, como siempre, en primera fila apoyando a sus amigos, compañeros, a su gremio periodístico que tanto quiso. Se recordaron esas palabras con la esperanza de que no se fueran, que el viento no las jalara, que la lluvia no las borrara…

“Tengo que decirlo con miedo y coraje, indignación y tristeza, somos muchos los reporteros que buscamos la nota con la plena certidumbre, que tenemos claro que algún día un balazo puede llegar antes que nosotros. Somos muchos los reporteros indignados por el silencio que se quiere imponer, por las mentiras oficiales; púes a diario vemos a personas que arrancaron a punta de chingazos sus ilusiones, a mujeres con el beso ardiente de una granada en la boca, a jóvenes a hombres…por eso tengo que escribir; tratar de rescatar la voz de tantas personas hundidas en la desesperación y una esperanza enferma”

Solo unas flores amarradas en una piedra quedaron como testigas sobre el pavimento de la calle Vicente Rivapalacio, colonia Jorge Almada, de lo ocurrido al bato, al malayerva, al morro, al periodista honesto, con amplio sentido humanitario y cuyo propósito era escribir esas historias nunca contadas.

Sobre su féretro, justo al lado de su cabeza, esta uno de sus sombreros, sus lentes, esos no están; quizás estén guardados en una de las bolsas de sus pantalones o los tenga entre las manos,  junto con una hoja de papel y un bolígrafo, que utilizará para escribir su funeral como en algún momento lo mencionó en una entrevista.

Ahora le tocará escribir su propia historia, como una forma de exigir justicia; porque al igual que todos esos morros del narco, mujeres,  hombres y jóvenes que an sido asesinados, Javier no merecía morir así.

“He visto mi nombre en alguna nota policíaca y he escrito mi funeral, no sé si en algún libro. No creo que alguien recuerde mis letras, aunque me gustaría mucho que alguien dijera que no hice periodismo sin historia, suena pretencioso, lo sé, pero también sé que la peor muerte es el olvido”

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